Nadie te explica nada, solo naces
y las cosas suceden. Vas al jardín y los maestros te festejan si le das un beso
en la mejilla a una compañera, te dicen “míralo, este salió ganador” como si
ganases algo. En la adolescencia sentís una presión que no sabes de dónde
carajo viene pero es pesada, y es la presión de “conquistar a las minas” porque si
no "conquistas" no sos hombre, no formas parte de ese grupo privilegiado de machos que "conquistan" como si las mujeres fueran territorios en donde imponer una autoridad opresora. Porque de eso se trata la conquista. “Porque asi les gusta”, te
meten en el inconsciente. Y no te
atrevas a cuestionar esas formas porque no ganas. Porque sos un
maricon. Entonces muchas veces das besos para la hinchada: para reafirmar tu
condición. Después te enteras que
esos besos se coleccionan, que funcionan como trofeos. Porque asi debe ser: el
hombre conquista trofeos. No intercambia besos, ni sentimientos. Asi vas creciendo.
Y si por alguna razón empezas a
cuestionar todo esto te sentís raro, como fuera de lugar. Pero a los hombres les digo que empiecen a
cuestionar todo lo que “aprendieron” respecto a las relaciones. Pregúntense por
qué las cosas son asi. ¿Por qué no pueden ser de otra manera? Indaguen. No
tengan miedo. Les hablo a esos hombres que son “distintos”. Esos tipos que
tienen entornos en donde decir algo parecido a lo que escribo viene de la mano
de varias cargadas y tomadas de pelo. Obliguen a que estos temas se traten con
seriedad. Yo quiero escribirles a ellos. Es necesario que esta columna sea
reflejo de lo que algunos sienten al salir a la vida y comenzar a relacionarse
con otros. A ellos les digo: nada está escrito. Cada relación es única. Nadie
sabe cómo reaccionara la otra persona. No existe ese “tratala medio distante
vas a ver como te da bola”. Eso es mentira. Esa escuela es vieja. Háblense.
Cada uno tiene que mostrarle al otro lo que siente de verdad. Dejen de ocultar
los sentimientos, dejen de reprimir el querer. Nadie tiene la obligación de
darte nada si no quiere y no querer es: no querer. Nacemos en un mundo en donde
te dicen que todo te pertenece por derecho, por el derecho de ser hombre.
Empecemos a cuestionarnos el
lugar que tenemos en la sociedad. Preguntate por qué las cosas son asi. Por qué
carajo a una chica la matan de la forma en que la matan. Hacelo carne, trata
pensarte en su cuerpo, ¿Lo sentís? Eso se llama: dolor. Y si ese dolor te hace
llorar entonces: llorá. Los hombres lloran, los hombres sienten. Los hombres
tienen que demostrar que son hombres adoptando actitudes femeninas. Si. Hay
actitudes auténticas que pertenecen a todo ser humano pero cuando uno crece
como hombre las vas coartando porque si expresas esas emociones sos una
“mujercita” y te lo dicen de manera despectiva. Pero no, la verdad es que
adoptar formas de expresión catalogadas como femeninas nos hace más humanos.
¿Qué es lo que lleva a un hombre
a unirse con otros y hacer del cuerpo de una mujer un canal de odio tan
extremo? Preguntatelo mil veces. Preguntale a tus amigos. Pongan el tema en la
mesa y hablen de lo que les pasa como hombres al ver estas noticias. ¿Sienten
dolor? ¿Impotencia? ¿Odio? ¿Sienten algo? Pero vayan más allá del “a esos tipos
hay que cortarle la chota” porque no sirve. Otra vez canalizando soluciones a
través de nuestro pito. La cosa es más profunda. Preguntenese porque pasa lo
que está pasando. Lucia murió de dolor. De dolor ¿Entienden?
El cambio de época está
sucediendo. Somos parte de una generación que existe justo en el medio de un
proceso. Somos el nudo existencial de algo que vendrá. Trabajemos para que
ocurran cambios que nos hagan más sanos, más compañeros. Empecemos. Anímate a
preguntar. Anímate a llorar, a abrazar, a cuidar, a besar, a decir “te quiero”,
anímate a amar, a ser vos. Si te gusta
alguien no actúes como si no te gustara: deciselo. No importa como reaccione
pero decilo. Empecemos cambiar las formas. Deja de “aguantar a responderle
porque si no voy a quedar como un desesperado” ¿Y? queda como un desesperado,
demostra que la queres. Que queres estar con ella. Pero si verdaderamente
queres, sino no hagas nada. Basta de coleccionar “triunfos” sexuales. Amontonen
buenos recuerdos de a dos. Esa frase que dice “ellas quieren tener sexo como
nosotros” si, pero pregúntate ¿Cómo quiero tener sexo yo? El sexo es un
lenguaje en donde las palabras la forman los cuerpos. Se trata de un dialogo
donde uno permite que el otro avance y este avanza porque se le permite y
viceversa. Se trata de respeto sin imposiciones. Los dos tienen que querer y si
vos, hombre, no queres: no lo tengas. Y si ella no quiere, no quiere: no me
creo eso de que hay que insistir. Aprendamos a respetar el NO. Animante, vos también,
a decir “no tengo ganas” porque es normal. Es mentira eso de que el hombre
siempre tiene que estar “al palo”. No fuerces algo que no sentís. Hay que
empezar a vivir las relaciones de otra manera. Igualarnos en derechos y en
sentimientos. Como hombres tenemos que desandar el camino que veníamos haciendo
y comenzar a caminar otro camino, en donde nos permitamos ser diferentes. Publiquen
en las redes, hablen sobre esto. Ser solidario se trata también de cuestionar
las acciones que le hacen mal a otro para poder llegar a hacerles bien. Lleven
a la práctica nuevas actitudes que no eran común en ustedes. Prueben. Júntense
con amigas, tengan amigas, pregúntense cosas, hablen de esto. Discutan. Saquen
lo más facho que tengan en sus cabezas pero háblenlo. Traten de entender.
Hagamos el esfuerzo. Acompáñemoslas en esta lucha desde donde nos toca. Seamos
hombres por primera vez, de verdad. No tengan miedo de perder “su hombría” por
hablar seriamente de nuestras actitudes machistas.
Toda acción genera una reacción.
Yo busco la reacción de los hombres que estan pensando en estas cosas y no se
animan a sacarlas. Ya ven cómo reaccionan los hombres que sienten que su lugar
de poder es cuestionado: matan con saña. Como diciendo “ya te voy a dar
Niunamenos a vos”. Sí, es asi: lo veo y lo escucho en la calle. Estas movidas,
como la marcha de hoy, son como el agua que entra en grandes cantidades en un
lugar lleno de ratas, salen y uno las ve. Uno puede ver donde estaban
escondidas. Lo malo es que estas ratas matan en su camino de huida. Pero
sigamos. Fabriquemos trincheras para cuidarnos de estos ataques. Y digo
“cuidarnos” porque estos asesinatos nos provocan golpes como sociedad pero tengan
en claro que las que sangran y mueren son ellas: siempre ellas. Por eso, comprometámonos
a enfrentar a ese tipo de hombres en el ámbito que sea. Marquemos la diferencia.
Reclamemos a nuestros gobernantes
por un estado que estimule nuevas formas de educación y proteja con nuevas formas de justicia. Una justicia
que escuche a las mujeres de una vez por todas. ¡¿Dónde están nuestros
representantes?! Por favor, que alguien diga algo, que alguno se exprese.
El asesinato de Lucia me hace
preguntar qué tan podrido puede estar todo. Que tan aberrante puede ser el humano. Entonces empiezo a descreer de todo.
Pero después me aferro a mis convicciones, convicciones que me dicen que de
esto se pueden sacar cosas buenas. Esto no puede seguir asi. Esto tiene que
servir para que los que estamos vivos y somos hombres nos preguntemos qué debemos
cambiar. Nuestros hijos tienen que aprender otras maneras de ser hombres. Tiene
que saber que sus padres fueron parte de un cambio que salvo vidas y no que las
aniquiló.
Y si a esta columna la leen
mujeres les pido que aporten su punto de vista, que hablemos, que me enseñen
como comportarme, como acompañarlas. Muchos somos los hombres que queremos que
esto cambie. Que luchamos con ustedes con las herramientas que vamos fabricando
a medida que caminamos.
Más allá del dolor que siento,
mas allá de las sensaciones que me atraviesan el cuerpo, mas allá de todo lo
que quiero decir y no sé cómo: lo que intento dejar en claro es que
La vida se dice y se expresa en femenino.
A la familia de Lucia.