jueves, 15 de septiembre de 2016

Amor

Raquel Witis perdió un hijo a manos de la policía. Mariano murió en el año dos mil junto con el pibe de dieciséis años que lo secuestró. El cabo Champonois disparó a mansalva y mato a los dos. Secuestrador y secuestrado asesinados sin ofrecer resistencia alguna.
Raquel es una mujer chiquita de cuerpo, tiene una mirada cargada de sentimientos y una voz nítida y cálida. Cuando habla suelta las palabras y uno siente que se mete dentro de ellas y viaja a través de su alma. Hace ya dieciséis años que un jefe de policía le informo la muerte con un marcial¨fue abatido, señora¨ . Pero Raquel no agarró un revolver y salió a matar al policía. No, a partir de entonces junto con su marido comenzaron a transitar el largo y duro proceso de conseguir justicia al tiempo que trataban de asimilar la pérdida.

Ana, es la madre de Darío, el pibe de dieciséis que siendo pibe: fue chorro. El también fue ¨abatido¨ junto con Mariano. Ana, un día fue a la plaza donde todos los meses se le brinda  homenaje a Mariano, se acercó a Raquel y le pidió perdón.

Raquel recibió a Ana y le dijo lo siguiente: ¨Vos sos tan víctima como yo. Mi hijo no se merecía morir así y el tuyo tampoco. Los dos se merecían una oportunidad más¨. Así fueron sus palabras y juntas, las dos mujeres con Raquel a la cabeza: comenzaron a trabajar para que este cabo quedara preso. 

Hoy el cabo esta procesado y juzgado por los dos crímenes. Pero nunca se hizo efectiva la condena. Ahí anda, suelto, en algún lugar que solo unos pocos sabrán. Mientras, Raquel esta en cuanta marcha y organización defensora de derechos humanos y sociales haya.  Hoy preguntas por Raquel y son pocos los que saben de su existencia a pesar de que logro muchísimo. Pero preguntas por Blumerg y todos saben de el, a pesar de que no logro nada bueno para nadie, ni siquiera para él.


¿Sabes una cosa? El amor existe. Y suele aparecer con fuerza en aquellos lugares en donde vos no dabas ni dos pesos o te hicieron creer que no podía aparecer. Yo siempre sostuve que las divisiones que existen en la sociedad son fabricadas por un sector para poder dominar. Pero para maldición de ellos, existe el amor. Y no quiero que te vayas al concepto de amor prefabricado por novelas y películas. No. Hoy quiero que escarbes más profundo y por eso estoy contándote lo que escribo. 

Cuando llegué a casa después de haber charlado con Raquel, me di cuenta de que ella había logrado lo que hoy muchos reclaman hacer: cerrar la grieta. Porque es esa la verdadera grieta que hay que cerrar, la grieta que hoy se abre un poco más cada vez que se escucha que todo se soluciona con un disparo a quien sea de la mano de quien sea.  Porque la inseguridad  social es hija de la seguridad económica que unos pocos mantienen. Hoy nuestro presidente nos dice “arréglensela” como si el estado no existiera, como si el estado no fuera nada. Así de simple: repartamos armas y matemonos unos a otros. Total, el resultado siempre es el mismo: los pobres y desplazados son los que mueren. 
Y vos, sí: vos también te vas a morir con chorros o sin chorros. Mientras, ellos se juntan para negociar la “llegada de inversiones”. Es hora de que inviertan, pero tiempo en nosotros. Resulta que ahora te dicen: defendete vos, que nosotros estamos ocupados en nosotros. Entonces la grieta que ellos desde tiempos inmemoriales vienen abriendo sangra. Brotan litros de sangre de la famosa grieta, sangre que les permite seguir viviendo. Son vampiros.

 ¿Dónde está tu amor? ¿Cuántas ganas tenes de saldar la grieta? ¿No será que preferís que se abra más para mantenerte alejado y cómodo de todos estos problemas? De todas estas muertes inocentes. La verdadera grieta es la que fabrican todos los días al decirte que la están cerrando. Es como si utilizaran un cierre falseado: cierran para abrir. Y duele, eso: duele acá adentro, en el corazón.  Pero queda el amor de mujeres como Raquel, el amor que da fuerzas, el amor que une, que expresa, que grita y no se calla. Que retumba en el alma, que se hace carne y que tarde o temprano saldrá y se esparcirá…con fuerza, como debe ser y con el Estado como mediador.

Sigan disparando pero no olviden que la mecha cuando se enciende es para que una bomba explote en algún lugar, tal vez: en nuestra casa.