miércoles, 19 de agosto de 2015

Zapatillas

Hace tiempo que quería escribir sobre esto pero no sabía cómo. Era demasiado trillado, demasiadas veces lo escuché o lo leí. También se me hacía muy largo de explicar. Pero hoy escuché y leí una canción que despertó aquello que siempre estuvo rondando en mi cabeza y que nunca pude expresarlo de manera clara. Quien la canta, el contexto en el que lo hace, la música, todo lo relegué y solo me concentré en el tema central: Las zapatillas.

Son las zapatillas las que siempre salen en cualquier charla trasnochada, son ellas las que primero salen a relucir en cualquier argumentación a favor de alguna autoridad moral. “¿Viste las zapatillas que usan y no tienen ni para comer?” “¿Viste esas minas con esas zapatillas? Y tiene hijos pidiendo” “ Me apuntó con el fierro y me robó, tenía unas Nike de las últimas, seguro salen como dos lucas” Frases que escuchamos, decimos y pensamos cada dos por tres.  A mí siempre me hizo ruido eso de las zapatillas, siempre era un dato que se destacaba por sobre el resto pero ¿Por qué? No sé bien, pero creo entender.  Me acuerdo cuando mis viejos me compraron unas Nike, se gastaron todo lo que tenían para regalármelas. Las únicas Nike que tuve, fui feliz. Pero ¿Por qué fui feliz? Porque tenía unas Nike como las que tenían los pibes del grupo más popular, porque tenía esas zapatillas que me hacían sentir que pertenecía a un grupo, que no era marginal. Tal vez si siempre las tuvieron no lo hayan sentido nunca pero yo las tuve una vez cuando era adolescente (luego compraría alguna otra ya de grande). El tema es esa edad, una edad en donde buscamos identidad, buscamos que nos acepten, buscamos agradar, buscamos ser nosotros. Y entonces viene una marca, un mercado que te dice por lo bajo que si lográs tener determinadas zapatillas serás único como los demás. Serás vos entre el resto. Y sí, y las queres porque con esas zapatillas vas a ser vos.  Es lo único que querés, es lo único que necesitas porque esas zapatillas te constituyen como persona, te dan una identidad, porque es así, porque te dijeron, porque lo sentís, porque sí.  Y tus viejos (si los tenes) mueven cielo y tierra para comprarlas, para hacerte “feliz”. Y así arranca el tema porque ya después todos sabemos que de las zapatillas a la remera de marca hay un paso y conforme vas creciendo van a ser tus búsquedas. 

Entonces yo me pregunto cómo cae el mensaje del mercado en un adolescente que lo único que tiene son justamente: mensajes. Y todos sabemos que según qué medio ambientemos serán los mensajes que nos caerán en la mente. Si no tenes nada y el mensaje es “con estas zapatillas lo tendrás todo, serás respetado, volarás y te destacarás; serás vos”entonces ese alguien sin nada va a querer ser como "el pibe de las zapatillas", ser como el resto siendo diferente. Por ahí arranca todo y por ahí también termina.

Ojo, no quiero ser un cliché más ni un mensaje ya manoseado. Solo quería expresar lo pensado, quería tratar de hacer letras lo que es mensaje por dentro del mensaje. No estoy diciendo que las zapatillas son malas, tampoco que no compren Nike. Nada de eso, a mí me gusta Adidas por ejemplo. Quiero decir otra cosa y creo que la dije, creo que el mensaje está y no necesita más explicaciones.


Al fin y al cabo como dice la canción: son solo zapatillas.




jueves, 13 de agosto de 2015

Me Liberaste

El gol del Gallego, el rastrojero, la plaza, mi viejo con una camiseta antigua, de esas de piqué en la cabeza, sonriente, agitando la mano por fuera de la ventanilla. San Lorenzo. 1995. Yo tenía nueve años y no entendía mucho, lo único que pude descifrar fue el sentimiento de alegría y lo que más disfruté fue estar solo con mi viejo en la caravana, compartiendo eso: la sonrisa. Histórico, mi viejo y yo en un rastrojero verde loro pintado por el, con una camiseta antigua compartida entre los dos festejando un torneo sufrido que nos dio un hijo sin padre con un gol en la cabeza, gallego bruto y valiente.

Pasaron los años y había días en los que apretaba los dientes y me decía “Dios, dame la copa, la copa tiene que ser nuestra”. Ganamos aquella vez a River, con dos menos y un Ramón en el banco propio. Casi pero no alcanzó, el sueño se hacía pesadilla en manos de otro técnico argentino que se llevaría nuestra alegría para devolvérnosla más tarde. Destino de gigantes.
No tengo mucho para decir porque los sentimientos a veces no se pueden escribir, solo se sienten, eso: se sienten. Pasaron diecinueve años, aquel técnico llegó a casa, armó la estrategia, convenció a los soldados. Humildes soldados espartanos cargados de ganas de ganar. Tal vez sea porque desde el fondo salen los mejores héroes. Quisiera escribir y relatar cada fecha y cada paso pero no puedo, me tiemblan las manos. Un año pasó, crecimos más. Allí estábamos, la copa, ellos y nosotros. Transpiramos sangre, sufrimos ¿Cómo no íbamos a sufrir? Somos así, sufrimos y apretamos los dientes conteniendo el aliento, trabajando a la rabia, transformando las frustraciones en voluntad ganadora. Y el gol y el último partido. Y ya no hay nada más, solo el pitido final. Y la puta que lo parió somos campeones de la Libertadores. Es nuestra, la tocamos, la besamos. Es esa pero debemos verla en perspectiva para sentirla más cerca. Debemos verla a lo lejos para poder tocarla de verdad porque así funciona la historia.

Mi viejo, la remera y el rastrojero. Todo volvió de repente, todo se camufló bajo los mismos sentimientos. Una línea recta entre un hecho y otro unieron todo lo logrado y todo lo sufrido en este tiempo, todo se enlazó en esa sonrisa: la de mi viejo. Porque para eso esta el fútbol, para sonreír y compartirse de generación en generación y gracias a estos flacos, gracias a estos tipos yo voy a poder compartir una Libertadores y nadie me la quita, nadie me la va a quitar porque es de mi viejo y mía. Y es de todos los viejos e hijos que comparten este sentimiento.
Y ya no me queda nada para decir. Un año después recién puedo escribir y descifrar algo de lo que siento. Y quiero a mi viejo porque compartió conmigo estos colores, me los dio en una remera antigua, de esas de piqué sin marcas, solo con el sponsor de su sonrisa orgullosa como la de un hombre que comparte un tremendo logro y no me importó más nada porque ya con eso me alcanzaba. Pero ganamos la Libertadores entonces ya me sobra, me sobra toda esta alegría que se va a mantener siempre para ser compartida una y otra vez.

Un año…todos los años, como la vida, como la sangre. Sí, de esos colores estamos hechos, del rojo y del azul, así son nuestras venas.
                                               
                                          Me liberaste el grito de rabia San Lorenzo, me liberaste el grito de campeón de América. 


Gracias Viejo, gracias Cuervo.