En el techo se abrió un hueco y
por allí entró el asqueroso animal. Una rata enorme, de pelo gris, hocico sin
bigotes y patas huesudas se arrastró por las paredes hasta llegar al suelo. Era
casi tan grande como su brazo cargado de anabólicos y pesas. La rata se detuvo frente a el y lo miro con ojos
chispeantes y nerviosos. Al verla el hombre pensó “Esta hija de puta quiere atacarme, pero la voy a esperar…y cuando esté
cerca la aplasto de una”. Sin embargo, ante su sorpresa, el animal no hizo
ningún movimiento que indicara un ataque. Por el contrario, comenzó a ir y
venir desde su lugar hasta la puerta de salida. Caminaba rápido y decididamente,
iba y venía y en el medio del trayecto giraba su cabeza y lo miraba de manera
intensa. Tenía unos ojos atrayentes, hipnotizantes. El hombre la observaba
tratando de descubrir que era lo que le provocaba la atracción que sentía ante
esos movimientos. La rata continuó yendo y volviendo durante un largo tiempo
hasta que por fin el hombre entendió. ¡Quiere que la siga!, se dijo. Y así fue
como rata por delante y hombre por detrás salieron a las calles de la gran
ciudad. Cuando una rata de aquellas proporciones sale a plena luz del día en un
barrio como aquel, de veredas limpias, basura clasificada y policías en todas
las esquinas, produce estupor, asco, miedo, espanto, indignación y algunas
veces violencia. Pero cada persona que la vio se guardó bien estos sentimientos
porque aquella rata estaba siendo seguida por un hombre de apellido respetado y
por sobre todas las cosas: por algo andaba en aquel barrio y no en cualquier
otro. Solo uno se atrevió a preguntarle,
“¿Por qué la seguís? ¿Te diste cuenta de
que es una rata?” a lo que el hombre respondió “ Claro que me di cuenta, no soy boludo. Pero mirala, mirala como se
mueve, mira su mirada, tiene algo. Mira
como camina. ¿Te diste cuenta que no tiene bigotes? ¡¿Qué rata no tiene
bigotes?!” Dicho esto el hombre siguió su camino y entonces ocurrió algo
que no esperaba. Su vecino lo alcanzó y le dijo “creo que quiere que la siga yo también… ¡Mirá me esta mirando! Te
acompaño a seguirla, no es una rata cualquiera, esta no tiene bigotes, tenes
razón: es diferente” Y así fue como los dos hombres
se colocaron detrás y continuaron su andar.
Hacia el final del día ya eran miles caminando a través de los barrios
porteños, siguiendo a una rata sin bigotes que a esa altura la consideraban su
líder. Los medios no tardaron en hacerse eco de esta situación y retrataron con
palabras la situación: “Allí va, la
grandiosa rata sin bigotes, indicándonos un nuevo horizonte lleno de esperanza
y alegría” decían y así el roedor seguía ganando seguidores. Algunas
personas comenzaron a decir que la habían escuchado hablar y otros aseguraban
haberla visto bailar y hasta cantar. Sea
como sea la rata siguió sumando adeptos sin hacer absolutamente nada que fuera
distinto a lo que hace una rata, solo que ella andaba sin bigotes.
Anoche mientras tomaba unas cervezas
con amigos la vimos pasar.
- - ¡Falta
que lleve una flauta! – dijo uno
- - Si, ¡o un bastón! – agregué
- - ¡Ja Ja, como el de Splinter…la rata de las Tortugas
Ninja!- sumó divertido, uno de mis amigos.
- - Si…como
esa, precisamente... -
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